DOMINGO XXV (A)

A veces Jesús enseñaba cosas muy raras, difíciles de entender y la gente se quedaba sorprendida.

Nosotros, tratantes de derechos y deberes, no intentemos reprochar a Dios que sea bueno y misericordioso.


La justicia es dar a cada uno lo suyo. tanto he trabajado y fructificado, tanto debes pagarme. Hasta que llega Jesús y nos habla de una justicia injusta, una justicia que es la de Dios, donde lo que reina es la BONDAD, LA GENEROSIDAD… Una justa injusticia.

Jesús «provocando» de nuevo. Apartado del grupo, con su calculadora, echando cuentas con saldo positivo para los últimos.
Los cristianos viejos y asiduos a actos religiosos, tendremos nuestra paga, no hay que preocuparse. El problema surge cuando observamos la alegría que llevan los que son más felices que nosotros aunque se hayan apuntado más tarde a la marcha de la fe.

No será que estos últimos trabajaron con más ilusión, el Señor se enteró y les pagó igual… (pero más).

FRASE:…probablemente, más de un cristiano se escandalizaría todavía hoy al oír hablar de un Dios a quien no obliga el Derecho canónico, que puede regalar su gracia sin pasar por ninguno de los siete sacramentos y salvar, incluso fuera de la Iglesia, a hombres y mujeres que nosotros consideramos perdidos» ( José Antonio Pagola)


PARA LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA


SALUDO:

Hoy Dios sigue llamando a hombres y mujeres a formar parte de una comunidad para que se integren en su proyecto de construir un mundo más justo y más humano y una vida más digna para todos. Celebremos la presencia de Jesús en nuestra comunidad  y pidámosle que nos conceda descubrirlo y amarlo en nuestros hermanos. Que esta Eucaristía nos ayude a ser capaces de alegrarnos de la suerte de los otros y a esperar todo de la misericordia de nuestro Dios y Padre.

PERDÓN:
1. Porque nos comparamos con los demás… Señor, ten piedad.
2. Porque cuando tenemos problemas con los demás nos olvidamos que ellos también tienen corazón.
Cristo, ten piedad.
3. Porque somos envidiosos. Señor, ten piedad.

Primera lectura
Escucharemos un texto del profeta Isaías. El profeta viene a decirnos que los planes y pensamientos de Dios y su manera de actuar contrastan  con las actitudes humanas.
Lectura del libro de Isaías (55, 6-9):
Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos –oráculo del Señor–. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes. Palabra de Dios

Segunda lectura
Pablo, desde la cárcel, escribe la carta a los filipenses, la muerte le parece una ganancia. Es consciente de que mientras viva en este mundo hace un gran servicio a Cristo y a los creyentes, y está dispuesto a continuar hasta que Dios quiera.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (1,20c-24.27a):
Cristo será glorificado en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en ese dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo. Palabra de Dios

Evangelio

La parábola del amo generosos que  vamos a escuchar es exclusiva del evangelista Mateo y está situada en la etapa final del camino de Jesús desde Galilea hasta Jerusalén.  Los dones que Dios nos da no dependen de nuestro trabajo y nuestros méritos, sino que él actúa con generosidad inesperada.

Lectura del Santo Evangelio Según San Mateo (20,1-16):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: «Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.» Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: 

«¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?» Le respondieron: «Nadie nos ha contratado.» Él les dijo: «Id también vosotros a mi viña.» Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: «Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.» Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: «Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.» Él replicó a uno de ellos: «Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?» Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.» Palabra del Señor

PETICIONES:
1. Por la Iglesia. Por el Papa Francisco. Para que intentemos llevar el mensaje del Señor a todos los pueblos de la tierra. Roguemos al Señor.
2. Por los responsables de la economía, que tengan la imaginación necesaria para solucionar el problema de la mayoría empobrecida. Roguemos al Señor…
 3. Por los parados. Por los que no tienen trabajo. Para que sea posible un bienestar donde todos podamos vivir en paz y en igualdad. Roguemos al Señor.
4. Por los sacerdotes, catequistas, padres y madres de familia, niños de catequesis, que estemos dispuestos a trabajar para hacer un mundo mejor y como Dios manda. Roguemos al Señor.
5. Por los que celebramos esta eucaristía para que nos demos en la medida que podamos a los más necesitados. Roguemos al Señor.


      LA GRATUIDAD

1. Un día, un muchacho muy pobre -vendedor de puerta a puerta para pagar sus estudios- se encontró con sólo diez centavos en su bolsillo y tenía mucha hambre. Entonces decidió que en la próxima casa pediría comida.

Una linda y joven muchacha abrió la puerta y sólo se atrevió a pedir un vaso con agua. Ella pensó que él estaba hambriento y le trajo un gran vaso con leche. Lo bebió lentamente y luego preguntó: ¿Cuánto le debo?
– No me debe nada -le respondió-. Mi mamá nos enseñó a no aceptar nunca pago por bondad… Él dijo:
– Entonces se lo agradezco de corazón.
Howard Kelly, no sólo se sintió más fuerte físicamente, sino también en su fe en Dios y en la humanidad.

Años más tarde, esa joven enfermó gravemente. Los doctores de la localidad estaban muy preocupados. Finalmente la enviaron a la gran ciudad, donde llamaron a especialistas para que estudiaran su rara enfermedad. Uno de esos especialistas era el doctor Howard Kelly. Al leer el nombre del pueblo de donde venía la muchacha, una extraña luz brilló en sus ojos. Inmediatamente se levantó. Vestido con su bata de doctor, fue a verla y la reconoció inmediatamente. Luego, volvió a su consultorio, determinado a hacer lo imposible para salvar su vida. Desde ese día le dio atención especial al caso.
Después de una larga lucha, la batalla fue ganada. El doctor Kelly pidió a la oficina de cobros que le pasaran la cuenta final para darle su aprobación. La leyó, luego escribió algo en la esquina y la cuenta fue enviada al cuarto de la muchacha. Ella sintió temor de abrirla, porque estaba segura de que pasaría el resto de su vida tratando de pagarla. Finalmente la leyó, y algo llamó su atención en la esquina de la factura, donde se leían las siguientes palabras:

«Pagado por completo con un vaso de leche.» Firmado: doctor Howard Kelly.


2. Un sacerdote llegó al cielo y San Pedro lo coloca en un rincón y a un taxista lo coloca en la sección V.I.P.
El sacerdote dice: Perdón San Pedro, pero yo que prediqué toda una vida la palabra de Dios, ¿no cree usted que yo merezco un sitio mejor que el del taxista?
Y San Pedro le dice: es que cuando tú predicabas la gente dormía a pierna suelta, en cambio el taxista cuando conducía a toda velocidad, la gente oraba sin parar.


3. El obrero de una constructora vuelve a casa y le cuenta a su mujer que el andamio en el que trabajaba con otros tres obreros se ha venido abajo y a causa de la caída los tres han muerto y que gracias a Dios, sólo se ha salvado él, y que a causa del accidente, el empresario deberá desembolsar 50 millones de pesos para cada una de las familias de las víctimas.

Ante tal noticia, su mujer le dijo: Te das cuenta…Cuando hay algún dinero que ganar, tú siempre te quedas por fuera…


ORACIÓN:

Querido Dios, Papá de todos,
enséñanos a vivir como hermanos,
sin peleas ni discusiones, sin divisiones ni diferencias.

Ayúdanos a ver en cada persona el rostro de Jesús.
Que seamos capaces de amar sin fijarnos en el color de la piel,
el colegio donde uno va, el barrio donde uno vive,
la cara que uno tiene, o los amigos con los que se junta.

Que aprendamos a amar a todos los que nos rodean
porque todos somos hermanos, hijos del mismo Padre Dios.


QUIENES SOMOS LOS CLARETIANOS?

En 1849, Antonio María Claret, un sacerdote catalán muy preocupado por el anuncio del Evangelio a la gente, reunió a varios sacerdotes
que compartían su sensibilidad misionera.

Así nació nuestra Congregación, que hoy es conocida de dos maneras: ‘Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María’ y ‘Misioneros Claretianos’.


INICIACIÓN CRISTIANA 20

TESTIMONIOS 20

1. CONFIRMACIÓN EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS

Guardo siempre en mi memoria un recuerdo agradecido para todas las comunidades cristianas católicas a las que he pertenecido en diversas etapas de mi vida, incluso a aquellas con las que, por pequeños pero importantes matices teológicos o personales, discrepaba en la concepción que tenían de lo que significa ser cristiano católico y el comportamiento que éste tenía que tener en el mundo. A fin de cuentas, todas ellas, me han conformado como el cristiano católico que soy. Unas, me iniciaron en la religión cristiana; otras, me afirmaron en la importancia del estudio de la teología y me introdujeron con rigor en los misterios de la fe. Recuerdo con especial cariño a aquellas comunidades cristianas católicas en las que floreció la amistad, la fraternidad en definitiva, entre todos los miembros de la misma, y a las comunidades cristianas católicas en el extranjero, en las que pude encontrar algo de calor humano en medio de un mundo gris.

Como cristiano católico
soy producto de todas
estas experiencias,
cristiano católico ya confirmado.

Nunca imaginé que confirmaría mi fe cristiana católica en el trascurso de una peste, todavía no finalizada, y tras un confinamiento. Ambos acontecimientos evocan tiempos remotos que, felizmente, se creían más que superados por los avances científicos y tecnológicos de nuestro tiempo, y nadie jamás pensó que se podría vivir una situación como ésta. Esta situación pertenecía a los libros de historia y había sido recreada en la literatura y en el cine. Siempre pensé que mi confirmación en la fe cristiana católica vendría de la mano del amor de una mujer, que me haría “sentar la cabeza”, casarme y formar una familia. Algo así como la salvación del alma de don Juan Tenorio por la intermediación de doña Inés ante Dios. Quiero pensar que existe algún paralelismo entre ambas situaciones, porque en mi concepción del amor cristiano de pareja no creo que haya una manifestación más grande que la de doña Inés. Por otra parte, yo guardaba y entendía mi confirmación como un regalo, como una especie de ajuar o dote de esos que nuestras antiguas abuelas regalaban a sus hijas con motivo de su matrimonio. Éste era, con algún pequeño matiz, el plan, pero no pudo ser. Uno propone y Dios dispone, nunca mejor dicho.

A pesar de que los planes no han salido como tenía previsto y de las contingencias de nuestro tiempo presente, estoy muy feliz de haberme podido confirmar ahora, de cerrar el ciclo eucaristía-bautismo-confirmación ahora. Cerrar un ciclo creo que está asociado a algo negativo aunque sólo sea por el hecho de que se trata de un periodo que termina. Significa además, como consecuencia, que nos hacemos mayores. Pero si el ciclo se cierra en el momento preciso, con la madurez necesaria, siendo consciente de lo que se hace y de lo que se termina, y con precaución pero sin miedo al futuro incierto del nuevo ciclo que empieza, cerrar un ciclo es una de las experiencias más bonitas y más satisfactorias que se pueden tener en esta vida.
No obstante, pues mentiría, no puedo negar mis temores ante un mundo y una sociedad occidental que han colapsado. A pesar de haber recibido el sacramento de la confirmación, tengo más dudas e incertidumbres que certezas. En general, los seres humanos, profesen la religión que profesen y pertenezcan a la comunidad política que pertenezcan, son muy parecidos, tienen mucho ego. Por otra parte, no se ha demostrado que el avance científico y tecnológico suponga una mejora moral de las sociedades en las que estos avances se producen. Finalmente, el progreso económico y cultural de las sociedades tampoco les garantiza a éstas que no caigan en la barbarie. Éstas son las únicas tres certezas a las que he podido llegar. Pero hay una certeza mayor y más importante, que nos permite relativizar las anteriores tres certezas un tanto desalentadoras:

ser cristiano católico es lo mejor que nos ha podido pasar al nacer y proteger el legado judeocristiano y, por tanto, judío, griego y romano, es un deber.

Nuestra vieja y un tanto desaliñada Roma es la luz. Y nosotros debemos ser la sal de la tierra. Debemos, en definitiva, proteger nuestra concepción del mundo que es la más hermosa, no digo la mejor, la más hermosa y que humaniza y confiere, por tanto, su dignidad plena -como le corresponde- al ser humano.

En definitiva, sólo puedo decir que estoy muy feliz por haber recibido el sacramento de la confirmación, estoy muy feliz de haber completado el ciclo y, por fin, ser un cristiano católico confirmado.

Gracias a todas aquellas personas que lo han hecho y lo habéis hecho posible.

                                                       José-Tomás Velasco Sánchez


2. CONFIRMARME A LA 63 AÑOS

Cuando Beatriz nos animó a escribir algo sobre el tiempo de catequesis de nuestra confirmación, motivos que nos llevaron hasta aquí ….. , inicialmente pensé que no tenía nada interesante que contar, pero luego me dije, ¿porqué no compartir los motivos que me animaron a confirmarme a los 63 años y quizás ayudar a otras personas, tengan la edad que tengan, a emprender este camino que para mí ha sido tan gratificante? .

Cuando era niña, por circunstancias de lugar y tiempo, no me confirmé, transcurrieron los años y pensé que mi tiempo de confirmación ya había pasado, pero dentro de mí latía la esperanza de que alguna vez podría hacerlo y cerrar así el ciclo de Bautismo, Comunión y Confirmación.

Siempre animé a mis hijos a confirmarse, y lo hicieron, fui muy feliz.

En Septiembre del año pasado, en mi parroquia de la Almudena anunciaron que si algún adulto estaba interesado en confirmarse se pusiera en contacto con la parroquia del Corazón de María para hacer catequesis de adultos, esta parroquia había sido la parroquia de mis padres y la mía, también en la que me casé, lo vi claro, me dirigí allí y comencé esta andadura.

Todo ha sido positivo, Beatriz nuestra catequista nos ha guiado a profundizar en el Mensaje de Jesús, conocerlo mejor y llevarlo a la práctica. Nos lo ha hecho todo muy fácil, nos hacía sentirnos a todos bien, en un ambiente amistoso y dándonos confianza para compartir nuestros sentimientos sin ningún apuro, fue como volver a mis grupos  de  juventud .

Con todos mis compañeros me sentí muy a gusto y aprendí de cada uno de ellos cuando nos abría su corazón y nos relataba sus experiencias.

Quiero también hacer una mención especial a Juan Espallargas, el coordinador de los grupos de catequesis de adultos que  compartió con nosotros alguna tarde y nos ayudó con su saber y su experiencia a afianzarnos en nuestra fe y llevarla a una forma de vida.

Una vez confirmada me siento más íntimamente ligada a la Iglesia y enriquecida con una fortaleza especial del Espíritu Santo.

Gracias a todos.

 La ceremonia de nuestra confirmación la compartí con vosotros, con mi marido, con mis hijos y mis nietos. Cuando llegué a mi casa envié la foto que nos habíamos hecho todo el grupo con el Obispo en el altar de la Iglesia de Santiago, a mi hermana y a mis amigas, y les dije “ Esta tarde ha sido la ceremonia de mi confirmación y soy muy feliz”.

Josefina Bernal Bernal.


UN ANTES Y UN DESPUÉS   (Ana)

Ya han pasado tres meses desde que di el paso de tomar el Sacramento de la Confirmación y creo que es un buen momento para contaros mi experiencia, que aunque no es nada reveladora, espero pueda ayudaros y haceros sentir identificados en cierta medida. Allá vamos.

Como a cualquier persona, la vida puede complicarse y sin saber muy bien cómo afrontar esas etapas, tomamos decisiones (o no tomamos ninguna) y, en mi caso, yo me alejé de la Fe.

Es increíble como las malas épocas pueden hacernos dudar hasta de uno mismo y por supuesto, no siempre somos conscientes de la repercusión que tendrá en nuestra vida.

Conforme fueron pasando los años, mantenía mi sentimiento hacia Dios, pero ni lo practicaba, ni lo interiorizaba. Un día, volvió a suceder lo mismo que años atrás, se complicaron los planes que tenía, pero esta vez no podía siquiera decir esa frase tan falsa pero recurrente de “¿Por qué me haces esto Dios mío?”. Es increíble como culpamos y responsabilizamos sin pensarlo dos veces.

Para mí, ese momento significó un antes y un después, fue mi punto inflexión.

Volví a la Iglesia, volví los domingos a misa, pero sobre todo, volví a acudir a la Iglesia en días normales y cotidianos, a buscar aquel momento de cordura, de paz y de amor que sientes cuando Dios te reconforta.

Puede sonar increíble, pero me sentía rara, incompleta. Dios había estado para mi en cada momento de necesidad, pero también de felicidad y yo, no había hecho lo mismo por lo que llevaba varios meses queriendo reafirmar mi creencia mediante el Sacramento de la Confirmación, pero nunca encontraba el momento. Y la verdad, una de las mejores enseñanzas que me llevo de todo este proceso es entender que nunca hay un buen momento para nada, hasta que decides que no hay que buscarlo, simplemente lo sientes y lo necesitas. Y ese era mi momento.

Siempre he pensado que cuando das luz, te rodeas de luz y fue justo lo que me pasó.

Cuando decidí compartir con mi circulo más cercano mi decisión de Confirmarme, hubo todo tipo de reacciones, pero todas ellas de apoyo. Comencé entonces la Catequesis y os aseguro que añoro nuestros miércoles por la tarde. Se convirtió en un rato de reflexión y de autoconocimiento tremendo. En mi opinión, mi catequista enfocó de una forma tan humana y sencilla las sesiones, que me ayudó a redescubrir mi entorno y a mi misma.

Como todos sabéis, la pandemia estalló finalmente y las sesiones se paralizaron, al menos de la forma tradicional que conocemos, pero tuve la suerte de contar con alguien que me descubrió “El Voluntariado”.

Cada miércoles, en el horario en el que hubiera acudido Catequesis, iba a mi parroquia a ayudar a que la Misa pudiera celebrarse.

Es increíble como un gesto tan sencillo, afectó tanto en las personas que acudían a su rato de oración y por supuesto, a mi me ayudo a reafirmarme en que iba por el camino correcto. Os recomiendo que probéis a colaborar en vuestra parroquia o simplemente ayudando a los vecinos.

Llegó el día de la Confirmación. Inevitablemente hay ciertas personas que te marcan más que otras y lo curioso fue que en mi caso, hasta la amiga más agnóstica estaba emocionada por el paso que estaba a punto de dar.

¿Podía ser más surrealista que el año que daba el paso de confirmarme hubiera una pandemia mundial y fuese todo tan raro? No, aunque yo prefiero decir que fue único.

Me sentí arropada, acompañada y sobre todo, me sentí segura del paso que daba. Creo que soy mejor persona, que este proceso no solo me ha ayudado a conocerme mejor a mi misma, sino que me ha enseñado a gestionar y a trasmitir unos valores fundamentales para ser feliz.

Como conclusión, deciros que todos tenemos un poquito de luz y es muy fácil hacernos brillar, por dentro y por fuera si buscas tu momento y las personas adecuadas para recibirlo. Dios nos enseña a amar y esa es la mayor luz que podemos enseñar.

Ana