VIERNES SANTO

 






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LA CRUZ DE CADA DÍA

1.- No vivas recordando las cruces de tu pasado. Algunos se pasan la vida recordando lo triste que ha sido su vida, como si así cambiasen el pasado. Esas cruces ya las has vivido. Vive ahora las del presente.

2.- Tampoco vivas imaginando las cruces del mañana. ¿Sabes cuáles van a ser? Además, Dios no te ha garantizado fuerzas para llevar las cruces de hoy y las de mañana juntas. Dios da las fuerzas necesarias para las cruces de cada día.

3.- Vive las cruces reales. Muchos tienen más cruces en la cabeza que sobre sus hombros. ¿No crees que ya son suficientes las cruces de verdad, sin necesidad inventarte otras nuevas?

4.- Las cruces son para ser llevadas a hombros. Pero mejor si las llevas en el corazón. Te lo aseguro, Las cruces cuando se llevan con el corazón pesan mucho menos.

5.- Algo importante. No soluciones el problema de tus cruces echándolas encima de los hombros de los demás. Si estás de mal humor, ¿por qué tienen que pagar los demás? Si estás con rabia y furioso porque las cosas te salieron mal, ¿qué culpa tienen los tuyos? Aguántate.

6.- Ah, un consejo. Las cruces no se miden ni se pesan. ¿Cómo sabes tú que tus cruces pesan menos que las del vecino? ¿Cómo sabes tú que las cruces de tu vecino son más llevaderas que las tuyas? ¿Por qué él camina feliz bajo su peso?

7.- Y otra cosa. No culpes a Dios de ésta o aquella cruz. Porque eso es como decirle que se equivocó contigo y que se corrija. Hay muchos que primero hacen a Dios culpable de sus cruces y luego cuando le rezan, lo hacen dudando. Dios es muy serio.


Todos llevamos unas cruces en la vida, personalizadas y a medida. Se les suele llamar dificultades, problemas, obstáculos, retos, incomodidades… y tienen numerosos formatos.

¿Sirven para algo? ¿Es puro masoquismo? ¿Por qué no “quemarlas”/esconderlas/huir de ellas y seguir nuestro camino con ligereza y sin esfuerzo?

En contra de lo que suele parecer cuando las cargamos, las cruces tienen su utilidad práctica y pueden ser grandes aliadas:


LA MEJOR CRUZ

Cuentan que un hombre un día le dijo a Jesús:
—Señor: ya estoy cansado de llevar la misma cruz en mi hombro, es muy pesada y muy grande para mi estatura.
Jesús amablemente le dijo:
—Si crees que es mucho para ti, entra en ese cuarto y elige la cruz que más se adapte a ti.
El hombre entró y vio una cruz pequeña, pero muy pesada, que se le encajaba en el hombro y le lastimaba, buscó otra, pero era muy grande y muy liviana y le hacía estorbo; tomó otra, pero era de un material que raspaba; buscó otra, y otra, y otra…. hasta que llegó a una que sintió que se adaptaba a él. Salió muy contento y dijo:
—Señor, he encontrado la que más se adapta a mí: muchas gracias por el cambio que me permitiste.
Jesús le mira sonriendo y le dice:
—No tienes nada que agradecer: has tomado exactamente la misma cruz que traías. Tu nombre está inscrito en ella. Mi Padre no permite más de lo que no puedas soportar, porque te ama y tiene un plan perfecto para tu vida.


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