San Valero, ventolero y rosconero, dice la tradición popular. Su fiesta se celebra el 29 de enero, este santo varón es el patrón de la ciudad de Zaragoza y su reliquia permanece en La Seo de San Salvador.
San Valero (Valero de Zaragoza) fue Obispo de Zaragoza (siglo IV), maestro de San Vicente Mártir y confesor de la fe cristiana. Patrón de la ciudad de Zaragoza, en la cual se veneran sus reliquias desde el siglo XII. Su fiesta se celebra el día 29 de enero, siendo tradicional la degustación de roscones: «San Valero, ventolero y rosconero».
Era su diácono Vicente, muerto en Valencia que le acompañó en su cautiverio hasta la ciudad del Turia durante la persecución de Diocleciano. Así mientras Vicente recibe el nombre de «mártir», Valero recibe el apelativo de «confesor» al reconocer ante los romanos su fe sin haber alcanzado el martirio.
La tradición nos dice que San Valero era de difícil palabra, acaso un poco tartamudo; y que, en el tribunal valenciano, Vicente, quiso hablar por ambos y pagó con la vida su atrevido discurso.
Zaragoza custodia varias reliquias, así como numerosas imágenes de su patrón:
-el San Valero que pintara Goya en 1.780 en la cúpula Regina Martirium del templo del Pilar.
-la colosal escultura de San Valero que custodia el lado izquierdo de la fachada del ayuntamiento, en bronce, de Pablo Serrano en 1.965, se trata de una escultura de grandes dimensiones (4’63 x 1’85 x 2’56 m). Cuando en los años 50 se proyectó el nuevo ayuntamiento se decidió colocar en su fachada dos esculturas; una seria la del Angel Custodio de la ciudad y para la otra primero se pensó en San Jorge como patrón de Aragón, pero finalmente se optó por el patrón de la ciudad y por encargaron estas dos figuras a Pablo Serrano.
Tradicionalmente, se realiza el reparto de un roscón gigante en la Plaza del Pilar, un acto que antecede a la programación festiva
GUIÓN LITÚRGICO:
MONICIÓN DE ENTRADA
Celebramos hoy la solemnidad de San Valero, patrono de la ciudad de Zaragoza y de la Archidiócesis. Obispo de la ciudad en tiempos de la persecución del emperador Diocleciano, en el siglo IV.
Fue perseguido y confesó su fe en Cristo, dando ejemplar testimonio en tiempos de espacial dificultad. Que la participación en esta Eucaristía avive en nosotros el sentimiento de acción de gracias por la fe recibida de nuestros mayores y pidamos a nuestro santo obispo que siga velando por nosotros.