YA VES QUÉ TONTERÍA

MARÍA, MADRE NUESTRA
Decimos de María que es madre de Dios, y también que es madre nuestra. Hay devoción, cercanía, oraciones en las que nos dirigimos a ella, para que nos acerque a su hijo.
La hemos visto acunando al niño en el pesebre. Guardando en su corazón lo que no conseguía entender. Siguiéndole, en los caminos, como la primera de sus discípulos. Y al pie de la cruz, con el corazón traspasado, pero firme.
La hemos sentido cercana, con los apóstoles en la hora de la espera, tal vez alentando su confianza, diciéndoles: «No tengáis miedo», antes de que el mismo resucitado se lo dijera.
Necesitamos poner nuestra vida, a veces, en esas manos que protegen, que acunan y que tranquilizan en medio de nuestras tormentas.
MARÍA – REFUGIO DE LOS PECADORES
Porque eres madre que quiere a los suyos. ¿Cuántas veces no ocurre que una madre, aun sabiendo de los desatinos y equivocaciones de su hijos, da la cara por ellos, se esfuerza, saca todo el instinto protector, y la confianza en que saldrán adelante?.
Generaciones enteras que se han puesto en tus manos. Que decimos, confiados, «ruega por nosotros, pecadores…»sabiendo que tú ves con ternura, con delicadeza, con un amor mayor incontestable, nuestra verdad.
Por eso, a veces, es bueno entrar en ese refugio.
MARÍA, REINA DE LA PAZ
María, puedes ser para nosotros maestra de muchas cosas. De confianza, de disponibilidad, de entrega, de servicio… pero hay un título que, sin duda, se vuelve hoy muy necesario. Eres la Reina de la Paz.
Si aprendiésemos de ti, si fuéramos capaces de actuar, en la relación con Dios y con los otros, a tu manera, seguramente el mundo sería un lugar mucho mejor.
Tú, que podrías haber sucumbido al dolor, al fracaso, a la derrota, elegiste confortar a tu hijo en su hora más sombría, sin renunciar a todo lo que, juntos, habíais creído.
Tú, que podrías haberte vuelto a casa, a rumiar tu tristeza, te quedaste, alentando a una comunidad, para que siguiese viviendo desde el amor. A tu manera, un día, en el mundo reinará la paz.
MARÍA, MUJER TRABAJADORA.
FIESTA DE SAN JOSÉ OBRERO.
“… se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.” (Lc 1, 39-40)
Te contemplo, en este día en honor de tu esposo San José, a quien veneramos por su trabajo bien hecho y vemos siempre discreto, responsable, como la mujer del Carpintero.
Tú amasaste en tus entrañas el mejor Pan, el Hijo de Dios. En el Evangelio leemos: “No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo” (Jn 6, 32-33).
Yo te suplico, como aquellos que escucharon de tu Hijo el discurso en Cafarnaúm: “Danos de ese Pan”, del pan de tus entrañas, el pan amasado y cocido en tu seno, el Pan de Vida, Mujer del Carpintero, Mujer trabajadora y solidaria. (Ángel Moreno)
ORACIÓN
María:
Te ofrezco mi trabajo
el trabajo que me cansa y me aburre,
ese trabajo monótono y pesado.
Te pido que me ayudes a trabajar como tú
a no tener miedo a los difícil,
a poner amor en todo lo que hago.
Acuérdate especialmente de los que no lo tienen
para que no desesperen
ni pierdan su dignidad al encontrarlo.
Que el amor y la alegría
envuelva mi trabajo de cada día.