QUEDE USTED CON DIOS

FUNERAL DE DON FRANCISCO

– Señor, buenos días.

-¿Es usted don Francisco ( y digo USTED y digo DON porque así tratamos en mi pueblo a los padres, a los maestros a los médicos al cura y a los señores de bien)

Y seguro que me contestaría:
-Servidor de usted

Por eso he creído que la lectura más apropiada para hoy era este versículo del Apocalipsis de San Juan (14,13)

“Oí una voz del cielo, que decía:

«Escribe: ¡Bienaventurados los muertos, los que mueren en el Señor! Sí —dice el Espíritu—, que descansen de sus fatigas, porque sus obras los acompañan».

Como incansable lector, gran filósofo, con el título de doctor y profundo creyente, entenderá mejor que nosotros que “nacemos para morir, pero morimos para resucitar”.

Resucitó, cuando los suyos pensaban que todavía le quedaban varias lecciones que dar como lo hizo durante toda tu vida, con el ejemplo, mostrando nuevos caminos, aspirando la vida hasta el último sorbo y con una fe irrenunciable y profunda en el Dios de la vida, que es la mejor herencia que jamás nadie podrá dejar.

Ya me han contado que fue usted un padre alucinante. Que Fernanda ha tenido una suerte inmensa y usted con ella. Que nunca han visto dos personas que se complementaran tan bien.

Cuando me hablan de bodas de Oro yo me acuerdo de las suyas. Qué suerte tuve de poder participar de ese momento entrañable con toda la familia.
Desde entonces os traslado, de un lado para otro, con mi imaginación, desde la capillita de la ceremonia a los primeros bancos de la Misa de Una.
Me daba mucha seguridad veros mezclados con los más pequeños. Yo seguiré viéndoos allí a los dos.

Gracias, señor Francisco, ya puede irse, pero no se marche usted muy lejos porque los suyos van a seguir necesitándole.
Que todavía quedan muchas dudas para afrontar, muchas cosas que aprender y un mundo entero por construir. Y es que les ha puesto usted el listón muy alto.

Con su permiso les diré a los suyos que vivan, que no lloren, que luchen, que la vida no es fácil para nadie, pero que unidos la esperanza se les hará amiga cada mañana y el camino diario se tornará casa, pan, periódico y escuela.

Don Francisco, le imagino ahora acurrucado en el corazón de Dios, Padre y Madre, en posición fetal, reviviendo su camino de fe desde la maravillosa Alhambra hasta la majestuosidad del Pilar y pidiéndole que llene el corazón de sus familiares de paz y vida resucitada.

“Dios le ha colocado en su regazo y usted, acurrucado entre sus brazos, le está susurrando, muy bajito, la canción aquella:

Padre, me pongo en tus brazos,
Haz de mí lo que tú quieras.
Padre, me pongo en tu regazo,
Como un niño débil y frágil,
Soy tu pequeño.

-¿Es usted don Francisco? ¡A sus ordenes!
Usted sirvió, amó y creyó, y ahora vive eternamente resucitado.

Quede usted con Dios, Don Francisco.

Marcar el enlace permanente.

Comentarios cerrados.