Es la hora de la esperanza, de ser felices aun teniendo menos que los otros.
Todas las personas en lo más profundo de nuestro ser tenemos un hambre insaciable de felicidad,
Vayamos donde vayamos y recorramos lo caminos que recorramos siempre buscamos ser felices. Porque siempre hay algo que nos falta, algo que echamos de menos.
Jesús nos propone su camino para ser felices. Un camino desconcertante, molesto y chocante.
Jesús nos habla de una utopía, de una felicidad donde quepan todos.
Una mesa donde brinden todos y se viva para los demás, donde no quepa la indiferencia, donde unos pocos no nos roben los bienes y la vida e impongan la manera de vivir de los otros.
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA
Primera lectura
Así dice el Señor: «Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien; habitará la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita. Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto.»
Palabra de Dios
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (15,12.16-20):
Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que dice alguno de vosotros que los muertos no resucitan? Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados. ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.
Palabra de Dios
Evangelio del domingo
En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: «Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacian vuestros padres con los falsos profetas.» Palabra del Señor
ORACIÓN
Que seamos, Señor, manos unidas
En oración y en don.
Unidas a las Manos del Padre,
unidas a las manos de los Pobres.
Manos del Evangelio,
lámparas de Esperanza, vuelos de Paz.
Unidas a tus Manos solidarias,
partiendo el Pan con todos.
Manos abiertas, sin fronteras,
Capaces de estrechar el Mundo entero,
Manos que dan lo que reciben,
siempre más manos, siempre más unidas. Amén.
( Monseñor Pedro Casaldáliga)
UN CRIMEN QUE NO DEJA HUELLA
Pregunté a los hombres:
“¿Qué lleváis envuelto en ese fardo, hermanos?”
Y ellos me contestaron:
“Llevamos un cadáver, hermano”.
Así que les pregunté:
¿ Lo mataron o murió de muerte natural?’.
“Eso que preguntas tiene difícil respuesta, hermano.
Pero más bien parece haber sido un asesinato
“¿Cómo fue el asesinato?
¿a cuchillo con bala, hermanos” les pregunté
“No fue un cuchillo, ni una bala:
ha sido un crimen mucho más perfecto:
Un crimen que no deja huella alguna.
“Entonces, ¿cómo le han matado?” pregunté.
Y ellos me respondieron con calma:
A ESTE HOMBRE
LO HAN MATADO DE HAMBRE, HERMANO”.
Josué de Castro